miércoles, 20 de enero de 2010

¿Desdoblamiento corporal, o el cura dando la lata?


La tarde estaba muy gris, casi se pueden tocar las nubes desde la ventana del noveno piso, empezaban a caer gotas de agua. Y una pesada modorra se iba adueñando de mis ojos, extendí una pequeña manta en el sofá, la televisión encendida, sonaba más fuerte que de costumbre. Alargué el brazo para coger el mando a distancia de la televisión, y creo que conseguí bajar el volumen del televisor, ¡no sé! No lo recuerdo con exactitud. El sueño me estaba venciendo, me pesaban los párpados, y sentí caer dormido.
Quise girar mi cuerpo para acomodarme en el sofá, pero algo sucedía, ¡raro... extraño!
Mi cuerpo no respondía a mi mente, quise mover los brazos, las manos… pero nada, no lo conseguía. De repente me vi de pie ante el sofá y delante tenía una mesa auxiliar, con periódicos del día y, alguno del día anterior, un cenicero, y el mando a distancia de la televisión. y en el sofá… ¡inaudito, estaba yo tumbado mirándome a mí mismo, no podía creerlo! ¡Yacía bajo la manta! me eché las manos a la cabeza, quise gritar, pero no lograba mi propósito, y sin darme cuenta, comencé a dar vueltas a la pequeña mesa, como si alguien estuviera siguiéndome, y mientras miraba de reojo a mi cuerpo postrado en reposo sobre el sofá, yo sentía, o más bien mi mente aturdida en posición horizontal, sentía, que no podía moverme.
Era paradójico… mi cuerpo, corriendo como un pollo sin cabeza y describiendo círculos. Y mi consciencia durmiendo la siesta ¡Ho qué sé yo hacía! En una de las vueltas, observé algo sentado a mi lado en el brazo del sofá, algo que me hizo ponerme muy nervioso. Se me erizaron los bellos de los brazos, era algo tenebroso.
Una sombra negra, muy negra, pero sin forma diría yo, una mancha abstracta muy escalofriante, ¡me sentía aterrorizado! y luche con fuerzas para despertar, traté de mover el cuerpo inerte. Y pasados unos instantes… -que me parecieron horas- conseguí levantarme de un salto, y librarme de tan horrenda pesadilla.
Miré el reloj despertador que siempre tengo en el mueble del salón y ¡ habían pasado tres horas … tres largas horas! Sonó el timbre de la puerta, era mi señora, y me disponía a contarle el mal trago que había pasado, pero algo me hizo ver que no había sido un mal sueño.
¡Pero hombre!
¿No has sentido el timbre de la puerta? la miré con asombro, y le dije… pues no,
Estaba muy dormido.
¿Es que no te acuerdas que hoy tenemos la catequesis de la comunión de nuestro hijo? El señor cura lleva dos horas llamando al timbre, y tú, durmiendo la siesta, ¡Hay Paco!
Que nos excomulgara la iglesia. La miro y me río, y le digo... no te preocupes mujer. Que el cura, ha pasado sentado a mi lado toda la tarde, para que no llegue a escaparme de tan obligado deber.

F. Rubio.

2 comentarios:

  1. Guayyyyyy, me gusto mucho, jajaja, empieza con suspense y luego te ríes, jajaja, eres grande. Un beso xiyu.

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  2. Hola F. Rubio.
    me ha gustado mucho esta historia. me ha hehco sonreir al final y esto siempre es de agradecer.
    He descubierto tu blog a través del foro aires de libertad y me ha guatado mucho.

    Te seguiré visitando.
    Un afectuoso abrazo de Barcelona a Barcelona.

    Joan

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